El éxito de los libros de emblemas hace que otros géneros de los que la
Emblemática toma sus argumentos, adopten formas muy cercanas a las de ésta,
haciendo
a menudo difícil
distinguir este tipo de obras —a las que se suele llamar
paraemblemáticas— de las propiamente emblemáticas. Así,
libros de fábulas,
mitografías,
hagiografías, icones, etc., que antes eran puro texto, ahora se editan
ilustrados profusamente y con disposiciones que recuerdan a los
emblemas.
Los libros de emblemas se convirtieron en
verdaderas polianteas a las que, como a otros
repertorios, los hombres cultos de su época recurrían para autorizar y
enriquecer su discurso. De esta forma, los tratados políticos y morales, los
sermones y cartas, las obras poéticas y en prosa, aparecen llenos de referencias
emblemáticas.
Algo similar sucede
con las artes, desde la pintura y la escultura a la arquitectura. En un mundo
regido en buena medida por el principio de autoridad, este método de mostrarla y
fijarla en la mente de modo visual tuvo un éxito inmenso, y de igual manera que
los márgenes de los libros se plagaban de autoridades escritas, los cuadros, los
edificios e incluso las calles se llenaron de imágenes emblemáticas que los
dotaban de contenido.